tu voz se impone, no tiene oídos, sólo dice y grita y me satura y asfixia y hace que me corra y hace que me aleje. llueve la noche en las gotas que moja mi tapado verde, que a veces es marrón, camino las calles en silencio y las miradas se posan en mi, haciendo las miles de preguntas de todos los clishés nocturnos conocidos. la esquina de las putas y travestis me albergan hasta la llegada de un taxi. Una fiesta, muchas voces; yo, sin oídos. Dispersa nocturnidad de zapatos marrones y extremidades corporales extraviadas. de repente, un encuentro; el dónde y el cómo quizás pasaron desapercibidos. uno puede no escuchar y todo pasa, pero también puede advertir, que hay un sonido y que quizás sea una guitarra y tal vez, muchas cosas más.