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Los campos de Bolivia y del Perú dibujan en la tierra, en sus terrazas de cultivo, las figuras de los tapices y de las ropas que las mujeres tejen en sus telares. El campo habla de las costumbres de una tierra originaria, cuenta la historia de este pueblo y la escribe en sus maíces, en las hojas de sus árboles y en los matices de los colores de múltiples polleras que se sientan en el suelo y me invitan a compartir papas blancas, marrones y moradas como piedras.