MATCH POINT
El cine de Woody Allen lleva consigo una impronta, una marca personal. Si voy a ver una película de Allen busco esa marca personal que lo caracteriza. Su genialidad y su capacidad de resolver ciertos conflictos, es indiscutible. Match Point es una muy buena película pero frente a un mismo argumento, sigo prefiriendo Crimes and Misdemeanors (Crímenes y Pecados). En ambas, el personaje central mantiene una relación infiel que luego se le escapa de las manos; debe tomar una decisión respecto de cómo continuar con la vida que no quiere dejar y la presión que ejerce esa otra voz que insiste en el teléfono. El paralelo se volvió inevitable. Si bien la primera se funda en el azar como determinante en ciertos momentos de la vida y la segunda en cambio, tiene a la culpa como su mayor protagonista; las dos remiten a un mismo intertexto –quizás más evidente en Match Point-: Crimen y castigo de F. Dostoyevski. Si se tiene presente la obra, probablemente la concatenación de las últimas escenas se vuelva obvia; sin dejar por ello, de ser un guiño simpático.
El cine de Allen trata historias simples pero lo que lo ha destacado no es el qué cuenta sino cómo lo cuenta. Lejos de pensar en la figura del advenedizo, el conflicto de clases y la identificación con el mismo origen que une y desune a los personajes; Match Point carece de esas argumentaciones reflexivas, de esos diálogos donde se juegan criterios y valores propios de la moral, la educación, la religión, la filosofía. Crimes and Misdemeanors por el contrario, tiene escenas y diálogos de una profundidad exquisita. En el primer film, el eje central es la suerte; en el segundo, la culpa.
Match Point es una película ingeniosa, la escena de la caída del anillo y el diálogo entre los dos policías es inmejorable. Los personajes están muy bien caracterizados. Pero en mi cabeza aún resuenan los diálogos entre Ben y Judah Rosenthal y los monólogos de Levy. Escucho la culpa de Raskolnikov y entiendo porqué se entrega.
El cine de Woody Allen lleva consigo una impronta, una marca personal. Si voy a ver una película de Allen busco esa marca personal que lo caracteriza. Su genialidad y su capacidad de resolver ciertos conflictos, es indiscutible. Match Point es una muy buena película pero frente a un mismo argumento, sigo prefiriendo Crimes and Misdemeanors (Crímenes y Pecados). En ambas, el personaje central mantiene una relación infiel que luego se le escapa de las manos; debe tomar una decisión respecto de cómo continuar con la vida que no quiere dejar y la presión que ejerce esa otra voz que insiste en el teléfono. El paralelo se volvió inevitable. Si bien la primera se funda en el azar como determinante en ciertos momentos de la vida y la segunda en cambio, tiene a la culpa como su mayor protagonista; las dos remiten a un mismo intertexto –quizás más evidente en Match Point-: Crimen y castigo de F. Dostoyevski. Si se tiene presente la obra, probablemente la concatenación de las últimas escenas se vuelva obvia; sin dejar por ello, de ser un guiño simpático.
El cine de Allen trata historias simples pero lo que lo ha destacado no es el qué cuenta sino cómo lo cuenta. Lejos de pensar en la figura del advenedizo, el conflicto de clases y la identificación con el mismo origen que une y desune a los personajes; Match Point carece de esas argumentaciones reflexivas, de esos diálogos donde se juegan criterios y valores propios de la moral, la educación, la religión, la filosofía. Crimes and Misdemeanors por el contrario, tiene escenas y diálogos de una profundidad exquisita. En el primer film, el eje central es la suerte; en el segundo, la culpa.
Match Point es una película ingeniosa, la escena de la caída del anillo y el diálogo entre los dos policías es inmejorable. Los personajes están muy bien caracterizados. Pero en mi cabeza aún resuenan los diálogos entre Ben y Judah Rosenthal y los monólogos de Levy. Escucho la culpa de Raskolnikov y entiendo porqué se entrega.