Y entonces la incapacidad de palabra, la letanía mental, el silencio simulado quizás hasta la tartamudez. En el tránsito del yo debo, el yo placer se desintegra en partículas ínfimas de existencia monótona o acabada, da igual. El espectro se mete en la habitación y se vuelve humo. Tos, agua, la botella se cae y moja la alfombra. Lógicamente, fue ella la que escuchó al ruiseñor, no me parece tema de discusión, es obvio, es claro: ella imagina, ella fantasea, ella sueña en la posibilidad de la imposibilidad. Él tiene que arruinarlo todo, él escucha la alondra y sabe que es la mañana y que tiene que irse. Qué aburrido saber el final. Por eso es mejor soñar con el ruiseñor, y levantarte antes de que la alondra aparezca, y así imaginar que siempre es ella la que maneja los tiempos del espacio infinito que existe entre las sábanas que los envuelve. Sábanas blancas? Qué se hace con las imágenes impuestas?, porqué siempre uno las imagina blancas?, acaso estaremos atravesados por las costumbres de las flores y las desflores?
Y entonces la literatura como realidad, como el espacio otro para actuar o sentirse aquel que realiza la acción ¿cuál? lo interesante está en no poder siquiera, definir de qué se está hablando
Y entonces, entre todas estas letras, la incapacidad de palabra, la letanía mental...